LA BANDA DE LA FUERZA TERRESTRE REVISITA LA OBRA PROCESIONAL DE LÓPEZ FARFÁN 

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Antonio Santodomingo Molina, tiempo estimado de lectura en 20 minutos.

Manuel López Farfán. Obra procesional completa. Unidad de Música del Cuartel General de la Fuerza Terrestre (Sevilla); comandante músico Manuel Bernal Nieto (dir.), SonoLecca Producciones, Ministerio de Defensa.

La Unidad de Música del Cuartel General de la Fuerza Terrestre (antigua «Soria» 9), con sede en Sevilla participó en la conmemoración del 150 aniversario del nacimiento de Manuel López Farfán que se celebró en 2022. Lo hizo primeramente con un concierto de Cuaresma a finales de marzo, el cual fue organizado por la «Cátedra General Castaños» en su sede sevillana. En él se interpretaron ocho marchas procesionales de López Farfán que sirvieron de preparación para la grabación de este doble álbum. En él podemos seguir la evolución de su estilo compositivo a través de las 19 marchas cofrades que aparecen en este trabajo discográfico. 

El homenajeado

Manuel López Farfán (1872-1944) es especialmente conocido durante las últimas décadas y dentro de la música procesional andaluza, por dos exitosas marchas de mediados de la década de 1920, como son Pasan los Campanilleros y La Estrella Sublime. De humilde y sevillanísima familia, fue músico mayor del Regimiento «Soria» 9, desde 1919 hasta 1929. Aunque no sin antes iniciarse en la música en el Hospicio Provincial de Sevilla, hasta los catorce años en que ingresó como educando de clarinete en la Charanga del Batallón de Cazadores «Cataluña» nº 1, con sede en Sevilla. Su biografía ha quedado plasmada por Carmona Rodríguez en sendos trabajos titulados Los Font y Manuel López Farfán, en el recuerdo eterno de Sevilla (1988); así como Un siglo de música procesional en Sevilla y Andalucía (1993).
Estos han sido rematados por otra excelente investigación, también con motivo del 150 aniversario de su nacimiento, por José Manuel Castroviejo y José Ignacio Cansino, la cual lleva por título Farfanerías. Vida y obra de Manuel López Farfán (2022).

De este modo, la carrera como músico militar de López Farfán comenzó a mediados de 1886 como educando instrumentista y terminó en 1929 como músico mayor de primera clase, con casi 57 años de edad. Desde entonces continuó una fructífera etapa como compositor hasta su fallecimiento en 1944, destacando algunas piezas como la zarzuela El clavel de sangre (1936), la barcarola Mi niña (1939), el capricho Mi noche (1942), o la sonata Mi hada romántica (1943).

Nuestro polifacético músico cultivó gran cantidad de géneros que abarcan desde la zarzuela hasta la música militar, o desde el cuplé hasta la música radiofónica, pasando por pasodobles, bailables de moda, música sinfónica, piezas religiosas, obras de cámara o breves composiciones para piano. En total, un catálogo de 421 obras de las cuales, tan solo una veintena son marchas procesionales. Y es precisamente este escaso 5% de su inventario compositivo el más divulgado hasta el momento, con algunos intentos de dar a conocer su obra sinfónica por parte de la Banda Municipal de Sevilla, como por ejemplo la rapsodia gallega La Perla de Galicia (1916), la sinfonía Celosía (1918), o la fantasía descriptiva Las fuentes maravillosas (1935); así como a través de una todavía inédita monografía académica en el Departamento de Musicología del Conservatorio Superior de Sevilla. 

Este reducido porcentaje que representa la música cofrade de López Farfán sobre el total de su producción, supone un doble mérito ya que fue capaz de convertir la grandilocuente marcha fúnebre del siglo XIX, en la marcha de palio del XX para acompañamiento de los pasos, en las que introduce elementos populares y temas del folclore. En este proceso, crea «el modelo de la marcha procesional sevillana –y andaluza- del siglo XX», según defienden José Manuel Castroviejo y José Ignacio Cansino, y que recoge Manuel Bernal en el librito que acompaña a este doble álbum. López Farfán al concentrar tan altas dosis de calidad en tan pocas marchas, creó un nuevo y exitoso modelo que se sigue imitando en la actualidad.  

Y esto, por sí solo ya justifica la acertada idea de plasmar la obra completa procesional de López Farfán en este trabajo discográfico en el que podemos observar la evolución estilística de la marcha cofrade en las manos de Farfán y su original aportación al género. Al mismo tiempo que se reivindica su década al frente de esta agrupación musical y sus más de 40 años de carrera profesional en las bandas de música del Ejército. Todo ello, sin olvidarnos del 150 aniversario al que también se sumaron numerosas agrupaciones bandísticas como la de la Ciudad de San Fernando o la del Maestro Tejera.  

Los intérpretes

Esta agrupación musical es heredera del historial de la Música del Regimiento «Soria» 9. Dicho regimiento se fundó en 1509 y se instaló en Sevilla en 1876, aunque actualmente se ubica en Fuerteventura sin banda de música. Es a partir de esta última fecha cuando la Música del «Soria» 9 acrecentó su notable historial que traspasó en 1996 a la actual banda, aunque no sin pasar primero por el Mando Regional Sur y posteriormente por la Segunda Subinspección del Ejército, hasta el 2002 en que se creó la Fuerza Terrestre. Una única banda con variedad de nombres y diferentes adscripciones que pueden llegar a confundir, aunque tenemos a la madre de acogida, Sevilla, para indicarnos que es un mismo conjunto instrumental. 

La unidad de música se presenta en este doble álbum con sus dos conjuntos, la banda de tambores y cornetas, así como la de música. Una cuarentena de intérpretes, liderados por Manuel Bernal Nieto, cuyos nombres no constan en el librito del álbum, así como tampoco los solistas, aunque hemos recurrido al escalafón del cuerpo que publica el Ministerio de Defensa, para citarlos en esta reseña. Instrumentistas que demuestran aquí su polifuncionalidad al asumir la parte vocal de varias marchas que Farfán compuso para coro.                                                                        

Por otra parte, el conjunto cuenta en su haber con una treintena de grabaciones de música lírica, militar y popular, además de la cofrade. Trabajos discográficos que combinan con destacadas actuaciones como las de la Exposición Iberoamericana de 1929, la Expo FAS de 1989, la Exposición Universal de Sevilla de 1992, así como el LVI aniversario de la República Italiana en 2002. Además de su paso por el sevillano Teatro de la Maestranza donde ejerció de banda interna durante varias temporadas operísticas, adquiriendo una importante experiencia lírica y teatral. 

Y es la potencia de la Semana Santa Sevillana la que contagia a la Banda de la Fuerza Terrestre, para llevar al disco en numerosas ocasiones, el género de la música procesional. Selecciones y antologías de nuevas y tradicionales marchas como Marchas procesionales de Semana Santa (Pax, 1964); Nuevas marchas de la Semana Santa de Sevilla (PPC, 1971); Marchas de la Pasión en Sevilla (Pax, 1972); Semana Santa en Sevilla. Nuevas marchas cofradieras (Discos Mercurio, 1982); Selección antológica de marchas procesionales (Ediciones Senador, 1991); Marchas de la pasión en Sevilla (Pax, 1992); La Levantá (Senador, 2000); Nuevas marchas cofradieras (Ediciones Senador, 2005).

José Font, autor de la Quinta Angustia; el propio López Farfán; Más Quiles, escritor de Esperanza Macarena; Pedro Gámez Laserna, compositor de Pasa la Virgen Macarena; o Abel Moreno, creador de La Madrugá; son algunos de los músicos que han pasado por la dirección de este conjunto instrumental, hasta llegar en la actualidad al isleño Manuel Bernal Nieto, responsable artístico de este doble álbum. Formado en los conservatorios de Málaga y Sevilla, así como en Trento y en Holanda, Manuel Bernal también es prolífico compositor como podemos observar en dos de sus últimas creaciones como la marcha Santo Entierro Magno o Cinco Poemas Lorquianos para tenor y banda.  

La nómina de intérpretes de este álbum se completa con el linense Arturo Garralón Pérez, quien pone su potente voz de tenor a Impresión de Jueves Santo en Sevilla o El Santo Cristo del Poder. De entre sus últimos trabajos, destacan su papel de Maese Pedro en la conmemoración del IV centenario de El Quijote, grabación discográfica que tuvo especial impacto; así como el personaje de Ubaldo Piangi en el Fantasma de la Ópera, con memorables actuaciones en Sevilla y Madrid. 

Las obras

En este álbum, los músicos de la Fuerza Terrestre se alejan de la recopilación y se centran por vez primera, y este es uno de los grandes méritos de este trabajo, en la integral de la obra procesional de López Farfán, a excepción de ¡El calvario de un artista! Esta última es un popurrí de unos 16 minutos de duración que se nutre de las citas de todas sus marchas compuestas durante los años 1919 a 1929. Por su redundancia temática, no ha sido integrada en el presente trabajo, según palabras del propio Manuel Bernal en el libro que acompaña a este doble álbum. 

Las 19 piezas se presentan por orden cronológico. Estas abarcan desde El Cristo de la Exaltación, su primera marcha fúnebre compuesta en 1896, hasta El Cristo de la Salud escrita en 1939 durante su última etapa compositiva. Esto nos permite apreciar la evolución de su estilo creador con un periodo inicial en el que recoge la herencia de la marcha fúnebre operística del XIX. Una fase intermedia de consolidación que coincide con la década de 1920, en la que introduce elementos de la música popular como la saeta. Y unos años de madurez durante la segunda mitad de la década de los treinta, en los que desde su retiro como músico militar, sigue imprimiendo originalidad al género mediante algunos recursos como los solos de percusión o la utilización de la voz a solo de tenor. 

Farfán ya nos avisa de su interés innovador desde la primera de sus piezas, a pesar de que se inicia desde la tradición operística de las marchas fúnebres. En El Cristo de la Exaltación (CD 1, pista 1), compuesta en 1896 en Cuba, donde se encontraba por haber sido desplazado allí su Batallón de Cazadores «Cataluña» nº 1, otorga especial importancia a los graves, tanto en la misma introducción como en el trío, al hacerles cantar la melodía. Especial conexión demuestran tener bombardinos y saxos tenores, con las tubas, pues el resultado es un único instrumento con tres timbres muy bien conjuntados, especialmente en el trío.    

Esperanza (CD 1, pista 2) fue compuesta en 1899 en Sevilla a pocos días de finalizar la Semana Santa. Farfán había vivido la Semana Grande como nuevo músico del Regimiento «Granada» 34 al acompañar a varias cofradías sevillanas. Inspirado por esta experiencia, crea esta marcha que es considerada por los especialistas como su primera marcha de palio. Es destacable la nitidez con la que el conjunto consigue dibujar la estructura de la pieza, así como la nobleza con la que las maderas ejecutan las líneas, sobre todo las del primer tema. 

En 1904 compone Spes Nostra (CD 1, pista 3) siendo músico mayor en el Regimiento «Granada» 34 con sede en Sevilla, después de dirigir la música del Regimiento «Cantabria» 39 en Pamplona, desde 1901 en que superó las pruebas para músico mayor. Su afán experimentador se plasma en un uso efectista de la dinámica que combina con sorprendentes giros armónicos, como podemos observar desde la misma introducción. Efecto sorpresa que enriquece con el empleo de elementos del folclore popular como la saeta preflamenca que canta a solo Luis Francisco Márquez (fliscorno) con un estilo muy intimista y a la vez luminoso, que consigue contrastar con el afligimiento del primer tema.

Tres años más tarde compone las siguientes dos marchas, Al Santísimo Cristo del Amor (CD 1, pista 4) y Al Santísimo de la Exaltación. La primera es una delicadísima pieza con frases de amplio arco y hondo sentimiento, todo ello dentro de suaves dinámicas. Manuel Bernal las maneja con extrema elegancia, a lo que la banda responde con exquisita pulcritud en el fraseo, articulaciones y dinámicas.

Bombardinos y tubas inician con una perfecta sincronización la segunda de estas marchas, Al Santísimo de la Exaltación (CD 1, pista 5), en una especie de introducción expandida que llega a convertirse en la primera sección. Nuestro autor prescinde de esta forma de sus hasta ahora graves y solemnes introducciones, en un intento de inédito desarrollo estructural e introducción de frescos elementos. Esto supone el cierre de su primer periodo compositivo en cuanto a marchas procesionales, ya que hasta más de una década después no volvería a abordar el género. 

A pesar de que la dedicatoria de ¡Viva la Cruz de Arriba! (CD 1, pista 6) esté datada en 1920, Castroviejo y Cansino defienden que «con toda probabilidad se trata de una reutilización de la marcha fúnebre Madre mía de 1902»; aunque el orden de colocación en el álbum viene dado por la fecha de la dedicatoria. Los músicos de la Fuerza Terrestre se muestran muy convincentes en el juego dinámico de la introducción, además de una concordancia milimétrica en los pizzicatos de la segunda sección. 

Tras más de una década sin crear ninguna marcha cofrade, en 1921 inicia Farfán su periodo intermedio compositivo de marchas procesionales con dos nuevas piezas como son El Refugio de María (CD 1, pista 7) y La Victoria de María (CD 1, pista 8). Nuestro autor ya se encuentra de regreso en Sevilla, desde el año anterior, como músico mayor en el Regimiento «Soria» 9, tras su paso por las bandas militares en Segovia, Córdoba, Alcoy y Santiago de Compostela. 

En ambas marchas destaca el juego de contrastes mediante el uso de los recursos dinámicos, con el fin de dotar a las piezas de los efectos dramáticos necesarios para representar la aflicción de la Virgen Dolorosa. Esto lo transmiten de forma notable los músicos herederos de la antigua «Soria» 9 por ejemplo, en la introducción de El Refugio de María, así como en el trío. Potentes llamadas que contrastan con delicados diálogos en los que saxos y oboe tienen ocasión de demostrar su sereno fraseo y compenetración. 

Farfán también utiliza los elementos sonoros que singularizan a la Hermandad de San Bernardo, dedicataria de El Refugio de María, al incluir en el trío el toque de caballería, ya que era habitual que la banda montada de clarines del Regimiento de Artillería nº 3 abriera el paso a esta hermandad. O la utilización de nuevas sonoridades como el acompañamiento rítmico sobre los aros en cajas y bombo, o baqueta sobre plato en La Victoria de María, que la sección de percusionistas interpreta de forma muy sutil, con una elegante y discreta presencia, destacando aquí el buen trabajo de postproducción de los ingenieros de SonoLecca, Eleazar Leal y José-María Cano. 

En 1924 se produce uno de los mayores éxitos de nuestro autor con Pasan los campanilleros (CD 1, pista 9). Si en El Refugio de María, Farfán utilizó el toque de caballería que relacionó con la hermandad dedicataria, en Pasan los campanilleros inserta el tema de En la cima del Monte Calvario, la cual formaba parte del repertorio del coro de campanilleros de Castilleja de la Cuesta, población donde se ubica la cofradía a la que dedicó la pieza. Los profesores de la banda nos muestran aquí sus dotes de cantantes en una interpretación al unísono muy digna y trabajada. 

También sobresale el espectacular tema del trío para lucimiento de los metales, el cual es introducido por Victoria Gómez Carmona (oboe) con importantes dosis de lirismo y sensibilidad. Además, Farfán aumenta la sección de percusión con instrumentos que usaban los coristas de Castilleja como el güiro, campanillas y triángulos. Estos elementos se insertan en la búsqueda de nuevas sonoridades que nuestro autor exploraba en cada nueva marcha y que identificaba con los recursos sonoros de la hermandad que recibía la composición.  

En 1925 compone El Dulce Nombre, La Esperanza de Triana y La Estrella Sublime. En El Dulce Nombre (CD 1, pista 10) sobresale la búsqueda de nuevos elementos sonoros mediante la utilización de ocarinas (barítonos, tenores y triples), instrumento precolombino traído por los conquistadores españoles. Es notable la frescura con la que interpretan los saxos, el dibujo contrapuntístico del primer tema. También destaca el trío por su parte cantada para coro a varias voces, con texto alusivo a la Virgen del Dulce Nombre: «Te llaman del Dulce Nombre / hermosura peregrina…» y que los instrumentistas de la banda no consiguen compactar ya que no son un coro profesional.  

De marcha descriptiva se pude calificar a La Esperanza de Triana (CD 2, pista 1), ya que recrea el discurrir de la cofradía por la desaparecida cárcel del Pópulo en el sevillano barrio del Arenal, donde era habitual que los presos dedicaran sus saetas a la Virgen. Marcha con elementos de carácter castrenses como los sonidos recortados, la presencia de las cornetas, o el toque de Bandera como contrapunto en un muy lejano segundo plano, a la saeta flamenca para violín, que aquí es interpretada de forma virtuosística por José Diego Aguilar (clarinete). Continúa Farfán con las nuevas sonoridades como las que aportan el violín (sustituido aquí por el clarinete), o las cornetas con una perfecta integración en el conjunto, instrumentos no habituales a mediados de la década de 1920; o el coro a boca cerrada en el trío como recreación del murmullo de los espectadores.  

Y llegamos a uno de los puntos culminantes del álbum con La Estrella Sublime (CD 2, pista 2), en la que Farfán realiza todo un despliegue de recursos tímbricos. Dota a la banda de tambores y cornetas con personalidad propia al independizarla de la banda de música, como podemos observar desde la misma introducción en la que las cornetas llevan la voz cantante, que además, son distinguidos con una espectacular toma de sonido por los ingenieros de SonoLecca Producciones. Esto queda perfectamente reflejado en la grabación con un magnífico trabajo de Eleazar Leal y José-María Cano, también en la postproducción. El segundo recurso es el empleo de violines en la primera parte del trío, aquí interpretada por las maderas lideradas de forma sublime por Victoria Gómez (oboe) que dice sus frases con suma musicalidad. 

Es importante destacar que hasta bien desarrollado el siglo XX no era extraño que algunos profesores de viento de las bandas, se desenvolviesen con soltura con otro instrumento de cuerda que interpretaban por las noches en las orquestas de los varios teatros que representaban los diferentes géneros líricos como zarzuelas, revistas, couplés, etc. También hemos detectado algún caso de instrumentistas de cuerda que buscaban la estabilidad profesional de las bandas militares y dominaban un segundo instrumento de viento que les permitía compatibilizar una doble jornada laboral. Seguramente Farfán tenía algunos profesores con estas características en la antigua banda del «Soria» 9, lo que le permitió introducir los violines en sus marchas procesionales. 

Hecho este paréntesis, otra marcha de contrastes y experimentación formal es La Virgen en sus lágrimas (CD 2, pista 3). Compuesta en 1926, Farfán utiliza la confrontación de temas desde la misma introducción al contraponer el dramatismo de los compases iniciales con el lirismo con el que son contestados. Esta oposición también la encontramos entre las dos secciones, con un bizarro tema en los graves en fuerte que funciona como antítesis del lírico y delicado tema del trío. Para no contrarrestar esta oposición de estilos, Farfán prescinde del primer tema de la primera sección, lo que supone una novedad estructural que remata al utilizar de nuevo la introducción como transición al trío. Manuel Bernal dibuja estos contrastes con suma claridad mediante un buen manejo de los matices y una notable expresión del carácter, con lo que resalta de forma sobresaliente el juego de confrontaciones. 

Del mismo año que la anterior es la Marcha plegaria a la Virgen de la Asunción (CD 2, pista 4). Destacan las maderas, las cuales se muestran con una sensacional coordinación en el segundo tema de la primera sección, dónde además, hacen gala de una cristalina claridad en la articulación. También es muy notable el elegante fraseo en el trío, donde el conjunto desarrolla su buen gusto musical que ensalza el lirismo de la plegaria.

En 1927 cierra Farfán su ciclo intermedio creativo con dos nuevas marchas, Nuestra Señora de la Palma (CD 2, pista 5) y Nuestra Señora del Mayor Dolor (CD 2, pista 6). Dos marchas de estilo antagónico ya que la primera de ellas está impregnada de un fuerte sabor andaluz con elementos típicos como el uso de la escala y la cadencia andaluza, aumento de la percusión con castañuelas y campanillas, ritmos sincopados, así como reminiscencias flamencas con una melodía inspirada en la seguidilla y el fandango, en la que saxos y bombardinos demuestran su dominio del estilo. En la segunda marcha retoma la tradición romántica de las marchas fúnebres de corte operístico. Manuel Bernal intensifica el juego de contrastes en el que podemos apreciar líricas y vibrantes melodías como las de la introducción o el trío con un delicadísimo acompañamiento arpegiado, las cuales son opuestas a potentes temas con garra como el segundo de la primera sección en el que los metales graves demuestran su excelente conjunción.

Tras más de un lustro sin componer ninguna marcha procesional, a excepción del Himno al Santísimo Sacramento (1934) en paradero desconocido actualmente, llegamos a sus tres últimas marchas fechadas en la segunda mitad de la década de 1930. La Semana Mayor o Pasión y muerte de Jesús (1935), Impresión de Jueves Santo en Sevilla o El Santo Cristo del Poder (1938) y El Cristo de la Salud (1939). 

La percusión, liderada por Rafael Robledo Martínez, tiene un papel protagonista en La Semana Mayor (CD 2, pista 7) con varios solos en la introducción que son interpretados con nitidez y naturalidad rítmica. La inteligibilidad con la que el coro interpreta sus estrofas en la primera sección y la buena gama dinámica que desarrolla, compensa ciertos problemas de afinación debidos a la amplia tesitura a la que tienen que hacer frente unas voces no profesionales. El conjunto consigue mantener la transparencia y claridad marcadas por la percusión al inicio, en el segundo tema de la primera sección, pese a su intrincada textura que además, aparece complicada con unos potentes matices. Cabe destacar el carácter militar del contrapunto a modo de toque de trompeta en el trío, el cual es perfectamente engarzado en una luminosa melodía por las maderas agudas, adornadas por una percusión que utiliza recursos típicos de Farfán como baquetas en aros de las cajas y sobre plato. Y todo ello sustentado por unos sedosos bajos que con sus ligados arpegios, adornan y  suavizan el carácter militar del acompañamiento de la percusión.  

De «marcha parlante» está calificada en la portada de la partitura que guarda la Banda Municipal de Sevilla, la siguiente pieza, Impresión de Jueves Santo en Sevilla o El Santo Cristo del Poder (CD 2, pista 8). Para Castroviejo y Cansino es una de las marchas más originales por su estética y estructura organizada en una larga introducción, primera sección, saeta cantada para voz de tenor que sustituye al trío e importante coda. Los graves consiguen transmitir el misterio y la oscuridad que requiere la enigmática introducción. Arturo Garralón se hace cargo de la preflamenca saeta para voz de tenor al estilo de la de Spes Nostra, aunque se decide por un amplio vibrato de estilo operístico. Destaca además, el logrado nivel de distensión que Manuel Bernal imprime en la descendente coda y el bello pianísimo que consigue la banda para cerrar la composición. 

Para ir finalizando esta reseña, Farfán escribe su última marcha procesional en 1939. Con El Cristo de la Salud (CD 2, pista 9) nuestro autor efectúa un recorrido recapitulador por su obra cofrade. Se aprecian elementos de los tres periodos creativos como la solemnidad y el dramatismo con que los graves ejecutan su fuerte de la primera sección, lo que nos recuerda la estética de sus inicios procedentes de la marcha fúnebre operística. O la madurez del juego de contrastes de su periodo intermedio que podemos observar entre el brío y la energía de este fuerte de graves, con el lirismo y elegancia con que las maderas interpretan el trío. Así como las gotas de frescura y garbo que los músicos de la Fuerza Terrestre consiguen concentrar en la breve transición hacia el trío. Todo ello, bajo el amparo de una sólida estructura y consolidado estilo que la banda presenta con claridad y solvencia.   

De esta forma, la Unidad de Música del Cuartel General de la Fuerza Terrestre como heredera de la antigua «Soria» 9, rinde un merecido homenaje al que fue su maestro durante una década, Manuel López Farfán. Y además, se une a la conmemoración del 150 aniversario de su nacimiento y al interés con el que algunas instituciones musicales como la Banda Municipal de Sevilla, en cuanto a la recuperación de la obra sinfónica de Farfán, o de la Banda de la Cruz Roja de Sevilla respecto de la divulgación de la obra cofrade de nuestro autor, trabajan por un digno reconocimiento de un «nombre fundamental en la historia de la composición cofrade sevillana y andaluza…» en palabras del propio Manuel Bernal, como fue el músico Manuel López Farfán.

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