CUARTETO DE SAXOFONES DE LA GUARDIA REAL: EXPLORANDO RAÍCES DE LA MÚSICA POPULAR

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Antonio Santodomingo Molina (tiempo estimado de lectura 15 minutos)

El cuarteto de saxofones de la Guardia Real ha iniciado el pasado domingo 21 de abril, el I ciclo de música de cámara de la Unidad de Música de la Guardia Real. La organización ha corrido a cargo de Patrimonio Nacional que cede sus Palacios Reales para este ciclo. El concierto tuvo lugar en el Patio de los Borbones del Real Palacio de El Pardo en Madrid, que posee una acústica muy apropiada para los grupos de cámara. Y además, tuvimos ocasión de admirar un bellísimo tapiz colocado como telón de fondo titulado «Cómo armaron caballero a don Quijote de la Mancha», precisamente a dos días escasos de celebrarse una de las principales fiestas de la cultura como es el Día Internacional del libro, recordando la fecha de fallecimiento de grandes literatos como Garcilaso de la Vega, Shakespeare o Cervantes.

El cuarteto está formado por Carlos Ordóñez, Alejandro Zamora, Francisco Rusillo e Isaac Verdú, al soprano, alto, tenor y barítono respectivamente. Para esta ocasión contaron con la colaboración del percusionista Sergio Infante. El grupo combina la chispa y frescura de sus jóvenes integrantes, con la madurez y experiencia de un conjunto con una buena proyección nacional. Entre sus últimas y exitosas actuaciones destaca la de hace unas pocas semanas en la Escuela Superior de Música «Reina Sofía» donde, entre otras piezas, interpretaron una adaptación del lied Erlkönig (1815) de Schubert, con la colaboración del cantante Unai de la Rosa. 

Uno de sus principales objetivos, según las anónimas notas al programa, es «la creación de espectáculos estimulantes para el público, caracterizados por una visión tradicional, pero al mismo tiempo modernizada.» El programa elegido refleja a la perfección esta intencionalidad ya que buscaron las raíces de la música popular española, húngara, griega, argentina y cubana. Una vuelta a la tradición pero con una óptica moderna como la que aportaron los autores de las piezas que conformaron el programa, como los compositores españoles Mariano San Miguel (1879-1935), Manuel de Falla (1876-1946) o Pedro Iturralde (1929-2020), así como el húngaro Ferenc Farkas (1905-2000), el argentino Astor Piazzolla (1921-1992) o el cubano Jay Mustelier (1994). El conjunto de cámara insistió en resaltar esta vuelta a la solera, pero con una visión actual en cada una de las piezas.

El cuarteto de saxofones rastreó las raíces musicales en géneros tan típicos como el pasodoble y las danzas españolas. Las colocaron estratégicamente al principio, en la mitad y al final del concierto con la marcha La guardia de Alabarderos, la «Danza española» de La Vida breve y el preludio de La boda de Luis Alonso, respectivamente. La primera es una pieza muy identificativa del repertorio alabardero. La compuso Mariano San Miguel, músico de la antigua Banda de Alabarderos fundada en 1746 y que es la antecesora de la actual Unidad de Música de la Guardia Real, conocida con esta denominación desde la década de 1980. Esta marcha de San Miguel de principios de siglo XX, con un tempo solemne y elegantes melodías ejerció gran influencia en la consolidación del pasodoble de conciertos, al dejar un modelo que posteriormente desarrollaron piezas como El Abanico, Suspiros de España o La Gracia de Dios. Carlos Ordóñez (soprano) y Alejandro Zamora (alto), en la primera sección de La guardia de Alabarderos, contrastaron su diversidad y libertad interpretativa al imprimir al fraseo distintos puntos de vista.

Y del  folclore de Madrid al de Granada con la «Danza Española» del segundo acto de la Vida breve de Falla. Esta ópera fue premiada en el concurso, en su modalidad operística, que fue convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1905; año en el que también resultó premiada, en la modalidad orquestal, la suite basada en temas populares murcianos titulada ¡A mi tierra¡ de Bartolomé Pérez Casas, músico mayor de Alabarderos por entonces. Ambas obras quedaron emparentadas por un objetivo común como fue el de beber en las fuentes tradicionales de la música, además de por el premio en 1905 de la Academia fernandina, tanto la ópera del gaditano como la suite del músico mayor de Alabarderos. Y ahora son sucesores de aquellos músicos Alabarderos los que interpretaron este arreglo de la «Danza Española». Profesores músicos de la actual Guardia Real quienes muy acertadamente han respetado las partes de castañuelas y pandereta interpretadas por Sergio Infante con una medida justa entre discreción y presencia, consiguiendo un notable engarce con el cuarteto de saxofones. 

Y de la música popular de Granada a la de Cádiz con el preludio de la zarzuela La boda de Luis Alonso, en el que Gerónimo Giménez combina una sucesión de danzas populares como un bolero en la introducción, al que sucede una habanera relacionada con el tango andaluz, un bolero y un zapateado. El quinteto rehuyó de los excesos tanto en el tempo como en los rubatos y ritardandos, pero no renunció a la brillantez de la partitura como quedó atestiguado por Francisco Rusillo (tenor) e Isaac Verdú (barítono) en sus ágiles y virtuosísticas digitaciones tanto en el bolero, como en el zapateado. Y ahora sí, Sergio Infante no se resistió en dar a las castañuelas su brillantez como auténticas coprotagonistas del virtuosismo de este preludio. 

Entremezcladas con estas músicas españolas, el grupo de cámara mostró una buena visión de la cultura musical popular internacional con Early Hungarian dances from the 17th century (1943), segunda de las piezas del concierto. En ella Ferenc Farkas imita el estilo barroco al combinar breves melodías del folclore húngaro de los siglos XIV al XVII, que une en forma de rondó y que trabaja con una armonía y contrapunto similar a la del XVII. Se han hecho muchas adaptaciones de esta exitosa composición, pero la que presentaron el cuarteto de saxofones subraya el contraste entre las danzas al imprimir un tempo rápido a las danzas II «Shoulder-Blade dance» y IV «Leaping dance». Al omitir la danza III «Chorea» acentuaron esta oposición entre las restantes. Fue en la primera de ellas, «Slow dance» donde pudimos apreciar la delicadeza y compenetración de los intérpretes. Aunque en la última, «Leaping dance» mostraron su propia visión moderna de la obra de Farkas al llevar al límite el tempo de danza y enfatizar las articulaciones hasta rozar las fronteras del estilo abigarrado del barroco.

Y de la música barroca húngara con una visión moderna a la cultura popular griega con Suite Hellenique que Pedro Iturralde compuso para piano y saxo soprano o alto. Esta adaptación para cuarteto de saxos con percusión que nos presentaron, rebosó de contraste entre lo rítmico y lo melódico, o entre el jazz más clásico y el estilo más informal y popular griego. Todos estos elementos fueron enfatizados al máximo con lo que la pieza de Iturralde supuso uno de los momentos culminantes del concierto. En «Kalamatianos», primer movimiento de esta suite que rememora aquellas danzas populares pan-helénicas, huyeron de la singularidad personal al unificaron elementos técnicos en pro de un reflejo fiel a la partitura. Alejandro Zamora (alto) marcó el estilo y las articulaciones, que fueron escrupulosamente respetadas en sus posteriores intervenciones por los demás miembros del conjunto. Isaac Verdú (barítono) enlazó con naturalidad la segunda sección «Funky» aunque con una presencia muy fiable del sincopado riff, sobre el que Carlos Ordóñez (soprano) demostró sus buenas maneras jazzísticas. En el comienzo del «Vals», tercera sección, les costó levantar el vuelo, aunque la buena compenetración entre los miembros del quinteto solventó con rapidez la cuestión hacia la fluidez rítmica. Compenetración que llevaron al extremo en la cuarta sección «Kritis», en referencia a las danzas populares del archipiélago cretense, y que el virtuosismo de la sección no intimidó ni a Carlos Ordóñez (alto) ni a Alejandro Zamora (soprano), quienes consiguieron fundirse como si de un único instrumento se tratara. 

En esta búsqueda de las raíces populares de la música no podía faltar el tango argentino como quinta pieza del concierto. Astor Piazzolla intenta plasmar en una especie de suite clásica titulada La historia del tango (1986) la evolución durante el siglo XX, de esta danza de origen rioplatense. Desde sus orígenes a partir de la milonga con ritmos de habanera de la primera sección «Bordel 1900» hasta su fusión con el jazz «Night club 1960» en la tercera sección, pasando por un estadio anterior de imitación tolerante del tango clásico que se tocaba en los cafés de Buenos Aires en la segunda sección «Café 1930». Piazzolla compuso esta suite para flauta y piano con una cuarta sección «Concert d’Aujourdhui» que los músicos de la Guardia Real descartaron en esta ocasión. La gran dificultad es adaptar el original de flauta y guitarra para cuarteto de saxofones y percusión, y que la música no quede quebrada e incongruente, cosa que solventaron con éxito con una excelente adaptación de la que no constó su autor en las notas al programa. El siguiente obstáculo es dar coherencia estilística a las numerosas secciones de la suite y al mismo tiempo, que se aprecie claramente la evolución del tango que plasmó con éxito Piazzolla en la partitura. Esto también lo solucionaron con gran acierto en una interpretación en la que la fusión entre las partes fue muy compacta y consistente. Los cinco músicos se entremezclaron constantemente para formar unas texturas espesas que al mismo tiempo dejaron fluir con claridad el discurso musical. 

Para ir concluyendo, como no se debe visitar la música Hispanoamericana sin pasar por Cuba y todavía quedaban unos minutos de concierto, saldaron esta cuestión con el bis. El conjunto terminó su actuación con el segundo movimiento titulado «Son en Leo (Son)» de la Suite Cubana (2020) para cuarteto de saxofones y percusión. Su  autor, Jay Mustelier, ofrece aquí su visión del rico folclore musical de Santiago de Cuba, cuna del Son y del Bolero cubanos, así como de la Conga. El quinteto de profesores músicos de la Guardia Real hizo suyo este «Son en Leo» con una de las mejores interpretaciones que de esta pieza he escuchado hasta el momento. Pudimos observar cómo Mustelier ofrece su visión de esta recuperada danza Santiaguera que después de haber alumbrado otros géneros como la Salsa, ha sido recuperada por las nuevas generaciones reiniciando una vuelta a la década de 1930, aunque con una visión actual. El quinteto ofreció un alarde estilístico con muy buen gusto, incluyendo leves lapsus melódicos en la presentación del tema que el propio Carlos Ordóñez (soprano) compensó con fuertes dosis de libertad interpretativa, incluyendo improvisados cambios de octava en finales de frase que demostraron su maestría. 

El público ocupó casi el noventa por ciento de las butacas habilitadas en el elegante y austero a la vez, Patio de los Borbones del Real Palacio de El Pardo. Y ello, a pesar de la muy mejorable publicidad que ofreció Patrimonio Nacional de este concierto, o mejor dicho, que no ofreció, a pesar de hacerse cargo de la organización del ciclo y de la cesión de los espectaculares espacios para los conciertos. La entrega y entusiasmo del público no permitió ofrecer una audición continuada de algunas composiciones, ya que hubo aplausos entre las danzas en la pieza de Ferenc Farkas o entre las secciones de la obra de Piazzolla. 

Para finalizar, la Guardia Real fortalece así su contacto con el público con este I ciclo de Música de Cámara que tendrá continuidad con el Quinteto de Metales y el Cuarteto de Clarinetes los próximos domingos en los Reales Sitios de Aranjuez y La Granja de San Idelfonso. Además, el 4 de mayo arrancará el consolidado XXXVI ciclo «Primavera Musical en Palacio» que la Unidad de Música de la Guardia Real desarrollará en el Palacio Real de Madrid con unos conciertos centrados en la «música madrileña, cinematográfica y la mujer en la música», como ejes temáticos. Todo esto sin dejar de señalar el reciente relevo producido en su dirección musical, en la que el torrevejense Armando Bernabéu Andreu ha cedido la dirección por edad, al coronel músico Fernando Lizana Lozano que hasta el momento dirigía la Unidad de Música del Regimiento «Inmemorial del Rey nº 1».

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