Córdoba acoge a la Banda de la Guardia Civil con su nuevo director

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1907

Autor: Antonio Santodomingo Molina                                                 

Gran Teatro de Córdoba, 30/09/2021.

Unidad de Música de la Guardia Civil. Director, comandante músico Jaime Ismael Enguídanos Royo.

Obras de Martínez, Gámez, Albéniz, Falla, Giménez, Devogel, Luna, Tarridas y Alonso. 

La Guardia Civil celebra su Semana Institucional del 29 de septiembre al 9 de octubre, con motivo de su Patrona el próximo día 12. En esta edición 2021 corresponde a Córdoba albergar la mayoría de actos entre los que destacan la exposición «La Guardia Civil al servicio de la ciudadanía», las jornadas «La Guardia Civil y los retos de la ciberseguridad», «La respuesta de la Guardia Civil a las necesidades de seguridad pública…» o «Mecanismos de igualdad en la Guardia Civil y en otras instituciones». Además, también se organizan talleres escolares, presentación de libros, el encuentro «Mujer protagonista», un espectáculo ecuestre, la exposición de pintura «Caminar», una parada militar con desfile, así como un concierto en el Gran Teatro de Córdoba.

El concierto corrió a cargo de la Unidad de Música de la Guardia Civil y la recaudación fue a beneficio de la Federación Provincial de Asociaciones de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de Córdoba (FEPAMIC). La ciudad que cuenta con más títulos Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO del mundo, Córdoba, estuvo muy presente en los atriles de la agrupación musical de la Benemérita. Así se atestigua desde el inicio con el pasodoble de Francisco José Martínez (1969), cuyo título hace referencia en el arte taurófilo, a una suerte de remate cuya invención es atribuida al cordobés Rafael Molina «Lagartijillo». Larga Cordobesa (1997) es un pasodoble de concierto con un fuerte sabor taurino de corte clásico en el que Jaime Enguídanos dio mucha importancia a la paleta de matices, a la dicción de las frases y a la ejecución de los ritardandos. Tres recursos en los que busca la observación y el estímulo de sus profesores músicos, ya que tan solo lleva trabajando con ellos escasas semanas. Foto 1.png

El compositor Pedro Gámez Laserna (1907-1987) estuvo muy ligado a Córdoba durante gran parte de su carrera. Fruto de esta larga conexión profesional es la pieza descriptiva Impresiones cordobesas (ca. 1941) que fue estrenada por la Banda Municipal de Madrid poco tiempo después de ser compuesta. Los cuatro movimientos en los que se estructura «Plaza del Potro, Elegía a Manolete, Patio Cordobés y La Mezquita» son un recorrido por el espacio urbano cordobés en el que se intenta recrear la esencia de la ciudad. Los músicos de la agrupación interpretaron el primer y cuarto movimientos. Sobresalió en el primero «Plaza del Potro» la cuerda de clarinetes en el intimista tema principal por su capacidad para integrar en una masa compacta a oboes, flauta y fliscornos. Muy buena compenetración demostraron Gonzalo Logonbardo con el oboe y Yolanda Navarro con la flauta en su dúo al unísono en la primera sección del siguiente movimiento «La Mezquita». El clarinete de Daniel Vidal dijo su fermata con notable dicción, haciendo gala de un sonido muy noble sobre todo en su registro grave. El conjunto mostró una buena gama de matices en la segunda sección de este cuarto tiempo que Enguídanos quiso extremar al buscar un sorprendente pianísimo con el que resolver el crescendo final. Foto 2..png

Isaac Albéniz (1860-1909) compuso Cantos de España para piano en su periodo intermedio compositivo, aquel al que algunos musicólogos, entre ellos Antonio Iglesias, califican como su «segunda manera, la que sin dejar de resultar romántica, se nutre ya del credo nacionalista propugnado por Pedrell, y de ello sus aromas populares españoles». Esos aromas populares son los recogidos en la tercera pieza del concierto y cuarta del álbum Cantos de España, titulada Córdoba. Dedicada a su discípulo Enric Morera, no falta un breve texto en la partitura para introducirnos en los sonidos de la Córdoba que quiso plasmar Albéniz: «En el silencio de la noche, que interrumpe el susurro de las brisas aromadas por los jazmines, suenan las guzlas acompañando las serenatas y difundiendo en el aire melodías ardientes y notas tan dulces como los balanceos de las palmas en los altos cielos».

Un lento toque de campana inicia Córdoba que a falta de campanólogo, fue interpretado por Vicente Caballero con el triángulo. El misterio nocturno de los tenebrosos acordes de la introducción fue desmontado por la inoportuna melodía de un teléfono móvil en la sala. El himno litúrgico que se recrea en la primera sección puso a prueba la afinación de los clarinetes primeros en su registro agudo. El sonido de las guzlas acompaña al tema morisco de la contrastante segunda sección, que se dirige hacia un vigoroso clímax en el que la banda mostró su potencia sonora en un compacto fuerte. Enguídanos resolvió la pieza de forma reposada y recreándose en una breve coda que manejó con maestría. No es fácil deducir la intención del transcriptor, cuyo nombre no consta en el programa, al colocar un redoble de triángulo sobre los dos últimos pianísimos y cristalinos acordes.

Uno de los momentos más esperados del concierto fue la interpretación de la obra de Manuel de Falla (1876-1946). Desde su estreno en el madrileño Teatro Lara en 1915 hasta la versión de 1925, Falla remodeló más de diez veces el ballet El amor brujo hasta convertirlo en una nueva adaptación para ballet y en la versión definitiva para orquesta sinfónica. En este interesante proceso llevado a cabo durante una década, se reordenaron los materiales, su duración y la modificación del argumento. Esta transformación de la pieza ha sido muy estudiada por algunos musicólogos entre ellos Antonio Gallego, quien recuperó en 1986 durante la catalogación de la obra de Manuel de Falla, las primigenias versiones de 1915 y 1916 que se daban por perdidas. Fue la versión para ballet de 1925 la que alcanzó el reconocimiento de la crítica y del público. 

La profesora Michèle Dufour ha estudiado las influencias musicales en El amor brujo que se pueden resumir en una compleja obra con raíces populares, donde el autor plasma la música que manejaba la familia de la bailaora de flamenco Pastora Imperio para quien fue compuesta la primera versión, las enseñanzas de Felipe Pedrell y el influjo europeo adquirido durante su estancia en París respecto de las sonoridades de Debussy y el tratamiento rítmico de Stravinski. 

Los músicos de la Guardia Civil presentaron una transcripción, cuyo autor no consta en el programa, que recoge una selección de la versión orquestal de 1925 formada por seis números: «Introducción, En la cueva, Danza del terror, El círculo mágico, Pantomima y Danza ritual del fuego». Enguídanos calibró con inteligencia la energía rítmica de la «Introducción» con uno de los pianísimos mejor conseguidos de la velada al comienzo de «En la cueva». Desde la profundidad de esta se asomó el oboe de Javier Álvarez con una excelente claridad en la articulación.Partitua Falla.png

Partitura autógrafa del segundo cuadro de El amor brujo: «La cueva de la bruja», Archivo Manuel de Falla (Granada). 

A la «Danza del terror» le costó levantar el vuelo a causa de unos forzados acentos que impidieron que el tempo despegara con naturalidad. En el «Círculo mágico» la agrupación se mostró con uno de los sonidos más suaves y aterciopelados de la noche, cosa que aprovechó Enguídanos para graduar magníficamente los matices. José Enrique Navarrete al saxo alto, con un elegante y a la vez discreto vibrato, pronunció con suma musicalidad el tema de la «Pantomima», el cual fue repetido por el tutti exactamente como lo había indicado él, a quien Enguídanos se le olvidó poner en pie en los aplausos finales de la obra. La conjunción de varios elementos como el perfecto juego dinámico, la esmerada acentuación, la fluidez del tempo, así como un notable engranaje de las cuerdas en el discurso de las frases combinado con una buena complicidad del sentimiento andaluz,  hicieron de la «Danza ritual del fuego» uno de los mejores momentos del concierto. 
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A los pocos meses del gran éxito alcanzado con El baile de Luis Alonso, Gerónimo Giménez (1854-1923) compone la partitura para el nuevo sainete lírico La boda de Luis Alonso (1897). Para compensar un libreto con poca acción, Giménez creó una música deslumbrante, muy elaborada y rebosante de andalucismo, con abundantes ritmos de danza que permitieron incluir vistosos números coreográficos. El intermedio instrumental de este sainete también hizo las funciones de interludio del concierto que nos ocupa. Se trata de una pieza brillante en tempo muy alegre con todos los elementos para el lucimiento del conjunto instrumental. Enguídanos no buscó la habilidad técnica del conjunto mediante la viveza del tempo, sino que estuvo más interesado en mostrar un amplio abanico de matices, así como una transparente claridad en el fraseo y en la dicción, tanto en la popular copla como en el zapateado. La banda respondió bien a sus demandas, cosa que el público supo agradecer con numerosos bravos y efusivos aplausos. 

La siguiente pieza es el tercer número de la zarzuela de Gerónimo Giménez Los voluntarios (1893). Se trata del pasodoble «¡Vecinos, vecinos! ¡Venid, llegad!» con el que son recibidos en un pueblo aragonés, los voluntarios catalanes que marchan a la guerra de África a comienzos de 1860. Originalmente escrito para banda de cornetas y orquesta, ha sido cristalizado en el repertorio de las bandas militares españolas como una de las piezas que forman parte del canon de este tipo de composiciones para el desfile. Destacó la sección de trompetas al recrear el sonido de las cornetas, lo que unido a algún desacierto en la emisión, otorgó un grado extra de verosimilitud a la transcripción respecto de la partitura original para orquesta y banda de cornetas. 

Jaques Devogel (1926-1995), vinculado durante más de dos décadas a la Musique de l’Air de París, compuso en 1975 el Bolero Militar cuya popularidad pronto traspasó las fronteras francesas. Devogel supo plasmar en la partitura la gracia y gentileza del bolero español, así como el garbo y la bizarría del cubano. Carlos Revuelta y Álvaro Climent se colocaron en primer plano con sus cajas para dar al ritmo la importancia que requiere. Un ritmo recurrente que toma influencias tanto de la rama española como de la cubana, al mezclar elementos de ambos como el compás de subdivisión binaria del cubano con los tresillos de semicorcheas del bolero español; o el tempo majestuoso y moderado del español con la estructura AABA del cubano. Manuel Cáceres y Carlos Herrero con sus trompetas, se salieron del conjunto sin abandonar la caja escénica, para iniciar un diálogo con el cadencioso y pegadizo tema del bolero. Enguídanos consintió que cada uno mostrara su propio estilo, la potencia de un sonido arrollador de Manuel Cáceres y la delicadeza y clara dicción de Carlos Herrero. Esta libertad interpretativa se completó con una buena respuesta de la banda a la gradación dinámica requerida por Enguídanos, consiguiendo una escucha deleitada y agradable por parte del público, que supo agradecer con una entusiasta ovación al final de la pieza, la cual quedó reflejada mediante complacencia y agrado en el rostro de los profesores músicos.
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La revista Socorro en Sierra Morena se estrenó el 28 de abril de 1933 en el madrileño Teatro Cervantes de Madrid por la compañía de Laura Pinillos. Con libro de Ramos de Castro y Gerardo Rivas y música de Pablo Luna, fue muy bien recibida por la calidad de su partitura, por la ausencia de tema político alguno en su argumento y por la decorosa y recatada puesta en escena. De entre los varios números que se repitieron la noche de su estreno, cabe destacar la siguiente pieza del concierto, el pasodoble Marcha de la Guardia Civil. Hasta tres veces se repitió el día de su estreno teatral en Madrid, en el que un coro de vicetiples desfilaron por el escenario uniformadas de guardias civiles con una pegadiza melodía, muy briosa y alegre.

Así lo atestiguaba el crítico del periódico Luz al día siguiente del estreno: «A la terminación del primer acto se escucharon aplausos que crecieron en intensidad al final de la obra, saliendo los simpáticos autores acompañados del maestro Luna y rodeados de la Guardia Civil. Nos referimos claro está, a la Guardia Civil femenina que figuraba en la apoteosis y que tan brillantemente cooperó al éxito de la obra»: Luz, 19/04/1933, p. 6. Los profesores Guardias Civiles en el concierto de Córdoba también dijeron las frases con chispa y salero, exprimiendo la gracia y la teatralidad de la partitura, la cual se ha internacionalizado al ser grabada por la United States Coast Guard Band conducida por Lewis J. Buckley, en Heritage of the March (nº 35, 2011) con música de Claudio S. Grafulla y Pablo Luna.

El primer bis del concierto, el pasodoble Islas Canarias, fue dedicado a los miembros del Cuerpo que están prestando servicio en las islas y sobre todo, los que están trabajando para la población palmera por la activación del volcán en el paraje Cabeza de Vaca. Enguídanos solicitó la participación del público que cantó el texto y no dudó en volver a cantar en la segunda pieza del bis, el pasodoble «Allá por la tierra mora» de la zarzuela Las Corsarias de Francisco Alonso. El concierto finalizó con la interpretación de los himnos oficiales, de España y del Cuerpo, con un público con su entusiasmo in crescendo, ya que también se atrevió con la letra del Himno de la Guardia Civil.

En conclusión, la Unidad de Música de la Guardia Civil se presentó en Córdoba con una primera parte potente y muy complicada musicalmente, con un fortísimo sabor andaluz y teniendo muy presente a la ciudad de Córdoba. La agrupación arriesgó por la dificultad de las piezas, si tenemos en cuenta las escasas semanas que llevan trabajando juntos los profesores de la banda y su nuevo director. El favorable resultado permitió afrontar la segunda parte con mayor soltura y espontaneidad, pues las composiciones eran de una dificultad técnica menor y fueron elegidas para cautivar al auditorio del teatro, cosa que también consiguieron.  

Concierto completo: https://www.youtube.com/watch?v=zbB_sixTRJ8

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