SE AVECINAN CAMBIOS EN LAS ENSEÑANZAS PROFESIONALES DE MÚSICA EN LA COMUNITAT VALENCIANA

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Acabamos de conocer el borrador del decreto que regulará las enseñanzas profesionales de música en la Comunitat Valenciana. Y menos mal que es un borrador porque, según nuestra opinión, el borrador no avanza en la línea adecuada. Esperemos que los diferentes filtros y aportaciones mejoren el documento final.

Vaya por delante la noble intención de mejorar y cambiar el currículo quince años después de la publicación del Decreto 158/2007 y más, cuando no hay obligación de hacerlo. Nadie lo pide, pues la LOMLOE no ha modificado el Real Decreto 1577/2006 a diferencia de otras enseñanzas.

Los decretos que regulan los currícula son siempre controvertidos, actúan sobre las horas de trabajo del profesorado de las diferentes especialidades. Este también lo hace y además con una reducción que tendrá consecuencias. Veremos su paso por las comisiones de negociación con los representantes sindicales. Además en un año electoral.

Y no solo eso, el Decreto “juega duro” y no tiene complejos a la hora de hacer valer las competencias autonómicas. El Servicio de Enseñanzas de Régimen Especial nos tiene acostumbrados a ello. Bien por la valentía

Dicho esto, iremos a las cuestiones sustanciales. De la lectura del borrador no se desprende una concepción e idea clara de lo que se pretende hacer con nuestras enseñanzas. Incluye ideas, algunas más afortunadas que otras pero no se percibe una dirección concreta al respecto. No hay una enfoque o camino definido, por eso es, en términos generales, disperso y ambiguo. Como se dice ahora, modelo Frankenstein. Intentaremos argumentar estos juicios de valor.

Cuestiones previas de carácter estratégico

Las enseñanzas profesionales deben resolver algunas cuestiones clave para que se conviertan en una etapa útil. No olvidemos que no es necesario cursarlas para acceder a las enseñanzas superiores. Si no se regulan bien, se corre el peligro de que se conviertan en enseñanzas prescindibles e irrelevante. Por ello, es fundamental:

1. Que el alumnado las curse de manera normalizada con las enseñanzas generales. Debe suponer un esfuerzo razonable. Por ello, la carga lectiva debe ser la adecuada.

2. Deben estar organizadas alrededor de asignaturas y contenidos esenciales en esta etapa formativa. Hay que evitar duplicidades y no insistir en contenidos que pueden cursarse más adelante, en las enseñanzas superiores.  Nunca el tiempo fue “más oro”.

3. Su configuración debe tener en cuenta las titulaciones que expiden: El título de Bachillerato, si además de cursar las asignaturas de 5º y 6º, se superan las comunes del Bachillerato.  Algo muy serio. En esta etapa la carga lectiva debe garantizar la calidad de unos estudios de Bachillerato que ganen prestigio.

4. Se debe elegir. O bien hacemos un decreto que insista en el carácter propedéutico y que tenga como finalidad la preparación para el acceso a las enseñanzas superiores de música o  bien priorizar el carácter finalista y que estas enseñanzas tengan una personalidad propia, con independencia de que el alumnado continue o no en la etapa superior.

5. Se debe buscar un equilibrio entre la práctica instrumental individual, la práctica instrumental de grupo y la formación teorico/práctica complementaria para conseguir una formación integral de calidad.

6. Se debe definir el grado de autonomía de los centros y del profesorado, algo muy aconsejable en estos tiempos.

Estos interrogantes son los que se deberían resolver. Vamos a ver qué dice el Decreto.

Sobre la reducción de la carga lectiva

El Decreto intenta una reducción de la cantidad de horas del currículo, una petición reivindicada por algunos sectores que se consigue en cierta manera.

Ahora bien, no se trata de reducir por reducir, hay que ver de dónde se reduce, cómo se reduce y para quién se reduce.  No sea que de tanto reducir, al final no quede nada, como el dicho valenciano de “la burreta del rector”, que de tanto recucirle la comida al animal al final se murió de hambre.

A nuestro entender no tiene sentido una fuerte reducción en 5º y 6º de las enseñanzas profesionales, pues este alumno tiene la opción de cursar el Bachillerato en nuestros conservatorios, lo cual supone una reducción de doce  horas en los institutos, que ya es mucho. ¿De verdad nos interesa reducir para facilitar cursar estas enseñanzas a un alumnado que no quiere prosegir sus estudios en las enseñanzas superiores? ¿Es una prioridad para los conservatorios profesionales facilitar la obtención de un titulo de música a alumnado, con todos nuestros respetos, que quiere ser médico o abogado? Por ello, creo que la reducción fundamental debe producirse en los cursos de primero a cuarto. Las convalidaciones no bastan. Y la reducción debería recaer sobre la parte más teórica del currículo y no porque tenga menor importancia sino porque es algo que se puede cursar con más aprovechamiento en cursos y etapas superiores.

Pero cuidado con tanta reducción. Más reducción nos llevaría a plantear estas enseñanzas con un carácter no reglado, como las escuelas de música. No tensemos demasiado la cuerda que acabará rompiéndose…

¿Propedéutico o finalista?

Quiero entender que el nuevo decreto insiste tímidamente en el caràcter propedéutico de las enseñanzas profesionales y tiene una clara orientación para la preparación de las enseñanzas superiores de música. Esto nos gusta. Otra cuestión es que se consiga con acierto. El Real Decreto contemporizó con esta idea en el 2006 cuando dijo que estas enseñanzas son “de todo un poco”.

A veces nos olvidamos que el alumnado debe cursar unas enseñanzas superiores de música obteniendo un título superior de Grado que tiene una duración de cuatro años y 240 créditos. Es la auténtica etapa profesionalizadora. Decidir que se enseña previamente, para contribuir a una formación de calidad que garantice la cualificación de los futuros profesionales de la música y que esta formación se desarrolle de manera normalizada con los estudios generales es, sin lugar a dudas, el gran reto.

 Insistir en una formación de carácter profesional en un título que faculta únicamente y no en todas las comunidades autónomas para dar clases en escuelas de música no parece lo más razonable. Por ello, no intentemos engordar unas enseñanzas que, a mi entender deben preparar convenientemente  al alumnado para cursar las enseñanzas superiores de música de manera excelente.

Regulación de la optatividad

La regulación que se hace de la optatividad es desafortunada. Aparecen once posibles asignaturas, vinculadas con las especialidades e itinerarios de las enseñanzas superiores. Una auténtica locura. ¿Qué sentido tiene adelantar el estudio de contenidos idénticos que el alumnado cursará en las enseñanzas superiores? Ademas, si los centros deben ofrecer estas once asignaturas, el caos organizativo puede ser mayúsculo, que pregunten a los jefes de estudios…

Sería más adecuado una optatividad más acotada y dejando autonomía a los conservatorios para que la diseñen en función del perfil del alumnado y del procentaje de ellos que optan a las enseñanzas superiores. Unos datos que difieren mucho de unos centros a otros. Una optatividad vinculada naturalmente a las diferentes opciones de los estudios superiores pero jamás adelantar literalmente esos estudios. En este sentido, una buena optativa sería el Piano complementario para los instrumentistas sinfónicos que quieren dedicarse a la Dirección a la Composición; por poner un ejemplo. También la optativa vinculada a la Música moderna y Jazz para ir familiarizando al alumnado en un nuevo lenguaje. Pero sin abusar.

El plan de estudios

El nuevo plan de estudios incluye algunas “perlas”. La primera la aparición de una nueva asignatura denominada “Audición consciente”. Una denominación como mínimo ocurrente e indeterminada. No hubiera sido más socorrido llamarla “Educación auditiva” a secas. La intención reformista es buena, pero plantea dudas. Es verdad que existen asignaturas similares en el entorno europeo que persiguen un acercamiento al lenguaje musical desde una perspectiva más activa. Pero no creemos que se ha plasmado correctamente.

La inclusión de esta nueva asignatura conlleva la desaparición del  Analisis musical como materia, y la prolongación de la asignatura de Armonia durante cuatro cursos que compartirá protagonismo con esta nueva asignatura de una hora de duración semanal.

Cualquier asignatura colectiva de una hora de duración en una única sesión semanal acabará conviertiéndose en irrelevante. Ya verán, tiempo al tiempo. De insistir en su inclusión mejor dos horas semanales durante dos cursos y no en cuatro.

Que alguien nos explique las ventajas de este nuevo escenario en los cursos  5º y 6º respecto al modelo actual,  con la presencia de la asignatura de Análisis Musical. Y si se quiere mejorar el currículo de la asignatura pues hagamoslo sin tener que cambiarle el nombre. ¿Algún motivo que aconseje su supresión? Los escucharemos, pues doctores tiene la iglesia.

Además, nadie ha reparado en la preparación del alumnado a las pruebas de acceso a las enseñanzas superiores de música. En la mayoría de conservatorios superiores de toda España se pide una prueba de Análisis Musical. ¿En qué situación llegará nuestro alumnado? ¿Garantizará la nueva asignatura Audición Consciente las competencias necesarias para la superación de estos ejercicos de análisis? En el decreto se habla de transiciones entre las diferentes enseñanzas, no parece pues que se haya tenido en cuenta esta “transición”.

Grave nos parece la supresión de la asignatura de Música de Cámara durante dos cursos. Aquí no hubiera aligerado el currículo. Si hay algo a lo que no se debe renunciar durante las enseñanzas profesionales es a las adquisición de las competencias instrumentales. La triada de asignaturas Instrumento individual/Orquesta/Música de Cámara es el eje nuclear y central del currículo, aquí si hay peligro y el tiempo perdido es más difícil de recuperar. Por ello, Orquesta e Instrumento en todos los cursos y Música de Cámara en cuatro.

Además, dejaría la Historia de la Música en los dos últimos, como hasta ahora, porque una asignatura de marcado carácter teórico precisa de alumnado con  mayor madurez, además de dar prestigio y contenido a nuestro Bachillerato en Artes.  Su adelanto a tercer y cuarto curso es claramente un error.

Otros aspectos

Dicho lo nuclear, vemos otros aspectos del currículo. Uno muy positivo, la posibilidad de ofrecer las enseñanzas de manera no presencial. Un gran avance. Que tomen nota las enseñanzas superiores de música; solo quedan ellas. Las escuelas de música, las universidades y ahora las enseñanzas profesionales se apuntan al carro de la modernidad. Bien pensado

Bien también la referencia a un curriculo para los centros integrados, se abre una posibilidad  que de momento solo afectaría a la honrosa excepción de la Unió Musical de Llíria. Pero seguro que muchos se apuntarían y con ello se daría respuesta a este tipo de centros durmiento el sueño de los justos desde 1.990. Queda ya en el listado de tareas pendientes.

Buena propuesta también la inlusión de Competencias (aunque no están redactadas como tal), la posibilidad de realizar Proyectos Artísticos Singulares y los Proyectos de Flexibilización Curricular. Se entienden como una posibilidad de innovar desde el currículo y avanzar en una gestión más abierta y autónoma del equipo docente, compensando la dictadura de la organización en asignaturas ya caduca en estos tiempos. Lástima que esta autonomía no se aplique tambíen sobre la regulación de la optatividad, el aspecto que mejor se presta a ello.

Sin embargo hubiera sido deseable más enfásis en la coordinación con las enseñanzas generales y los Institutos para la gestión del Bachillerato. Hace una semana contemplé una conversación de la directora del Conservatori de Torrent con un director de Instituto que le negaba esta posibilidad, treinta y dos años después de su regulación. Para abrirse las venas…

También es una ocurrencia inadecuada descansar sobre los Conservatorios Profesionales la formación de 600 horas (más la mitad de toda la carga lectiva de nuestras enseñanzas) para la acreditación del profesorado de las escuelas de música. Una tarea que encomendaría al profesorado de la especialidad de Pedagogía de los conservatorios superiores. Creo que sería mucho más adecuado por razones obvias, no todos los centros pueden garantizar profesorado capacitado para ello.

En definitiva, luces y sombras. Una gran intención de reformar y mejorar. Una buena voluntad para abordar las reformas necesarias de nuestras enseñanzas profesionales, aunque no acaba de rematar la faena, falta un visión más estratégica hacia donde dirigirse.  El cambio es necesario pero siempre que se mejore. Innovar por innovar tiene su peligro. Esperemos que, entre todos, se mejore el currículo pero no a base de formular propuestas por separado, debemos exigir a nuestra administración una visión clara. Hay mucho en juego.

Manuel Tomás Ludeña

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