Ricardo Villa, Un músico al servicio del pueblo de Madrid.

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Artículo de

Joaquín Anaya Peña 

Investigador Musical

El 23 de octubre de 1871 nace, en el nº 50 de la madrileña calle Pelayo, Ricardo Villa González, el primer hijo del matrimonio creado entre Ricardo Villa Morana y Avelina González y Torres.  

En todas las reseñas biográficas de Ricardo Villa publicadas en revistas y diarios, siempre ha constado el año el año 1873 como el de su nacimiento. Pero en una información publicada en el diario madrileño La Voz, el 11 de abril de 1935 en la que bajo las palabras “La vida artística del maestro” se lee lo que a continuación reproducimos: “La vida artística del maestro la encontramos compendiada en una nota por él manuscrita que hallamos en su mesa de trabajo. Se trata, sin duda, de datos que alguien le pidió en fecha reciente y que su enfermedad no le permitió dar curso. Dice así: Nací el 23 de octubre de 1971. (El último guarismo está tachado de su letra y en su lugar ha colocado un dos)”. La vacilación mostrada por Villa, escribiendo 1871 y seguidamente un 2 sobre el 1, nos puso en la duda de no saber si era el 1872, 1871 o 1873 el año de su nacimiento. 

Luís Villa, músico y hermano de Ricardo, tres años más joven que él, no nos sacó de dudas, más nos dijo que el maestro había sido bautizado en la parroquia de San José, y solicitada una copia de la partida de bautismo de Villa a la iglesia de San José, presenta el siguiente texto: 

Don José García, Pbro., Doctor en Sagrada Teología, Teniente Mayor de la Parroquia de San José, de Madrid Certifica: Que en el libro 33 de Bautismos de este Archivo Parroquial, al folio 18 se encuentra la siguiente Partida: En la M. H. Villa de Madrid a veintiocho de octubre de mil ochocientos setenta y uno. Yo, D. Eugenio Fernández, teniente de sacramentos de la parroquia de San José de la misma de la que es Cura propio D. Francisco Martínez Escudero, bautizó solemnemente a RICARDO ANTONIO ECEQUIEL FELIX que nació el veintitrés de los corrientes a las doce de la mañana, hijo legítimo de D. Ricardo Villa, profesor de música, y de Da Avelina González, naturales aquel de Badajoz y esta de Palencia, y domiciliados en la calle de Pelayo, casa numero cincuenta, cuarto tercero; son sus abuelos paternos D. Mariano Villa y Da Antonia Morana, naturales de Alagón, diócesis de Zaragoza; y los maternos D: Juan González, natural de Villahermentero, diócesis de Palencia; fueron padrinos D. Antonio Cuellar y Da Ángela González a quienes advertí el parentesco espiritual y demás obligaciones, y testigos D. Ricardo Felequia y D. Félix Juliá, y lo firmé. Eugenio Fernández. Rubricado.” 

Por lo tanto, queda así demostrado que el del nacimiento exacto de Villa, fue el 23 de octubre 1871, y no en 1973 como consta en todas las biográficas publicadas. 

El joven Ricardo, comienza sus estudios musicales a muy temprana edad, obteniendo en año 1883 el primer premio de solfeo, asignatura que cursó en el Conservatorio don Antonio Llanos, al mismo tiempo que estudiaba violín con el célebre Jesús de Monasterio. También cantaba en distintas iglesias y durante las temporadas del Real, participaba en las óperas en cuyos coros intervenían niños, siendo una de las primeras iglesias en que cantó, y en la que debutó como violinista, fue la iglesia de Monserrat, enclavada en la plaza de Antón Martín, en el mismo lugar en que se halla actualmente el Teatro Monumental.

Aunque hasta los diez y nueve años, 1890, no terminó sus estudios de violín en el Conservatorio, consiguiendo un segundo premio en la clase del maestro Arbós, ya, desde los diez y seis años se ganaba la vida como violinista en iglesias y teatros, y a los diez y siete ingresó en la orquesta del teatro Apolo con el sueldo, de seis reales diarios, librándose del Servicio Militar al ser hijo de viuda, 

Cursó estudios de armonía y composición de los profesores Pedro Fontanilla y Emilio Serrano y empezó a componer breves páginas religiosas -motetes, salmos, plegarias, villancicos -, que estrenaba en los templos donde actuaba. A los veintidós años recibió Ricardo el primer premio de armonía del Conservatorio. 

En 1896 se estrena en la iglesia de Monserrat su “Misa en Fa”, para cuatro voces y gran orquesta, que puede considerarse como la primera obra de Ricardo Villa, y dos años más tarde obtiene el premio de Composición por el Real Conservatorio de Música de Madrid.

Durante la época de estudiante Ricardo Villa tocaba el violín en varios cafés madrileños, destaca entre otros, uno que existió en la calle de San Bernardo, frente a la Universidad. Su principal clientela estaba formada por estudiantes que, tras escuchar atentamente el concierto, pasaban a la sala de billares y se entretenían haciendo carambolas. Allí Villa se apasionó por ese juego, afición que no perdería durante el curso de su vida. A partir de entonces y durante las temporadas de ópera del Real, Villa era llamado para ocupar el atril de violín primero. 

En la Orquesta de la Sociedad de Conciertos, en la que Villa también ocupaba el puesto den primer violín, se estrenaron sus obras “Cantos regionales asturianos” y el poema sinfónico La visión de Fray Martín

La primera vez que empuñó la batuta Ricardo Villa fue en 1896 en la iglesia de Monserrat, para dirigir su Misa en Fa. A partir de entonces dirigió temporadas de zarzuela en el teatro Alhambra, y salió a distintas poblaciones españolas como maestro director y concertador de compañías de ópera. A Sevilla, para la Feria de Abril, y a Oviedo, con ocasión de las fiestas de San Mateo, fue durante bastantes años consecutivos. Durante sus repetidas estancias en la capital de Asturias se dedicó a recopilar aires populares asturianos que le servirán de base folklórica para su Suite orquestal Cantos regionales asturianos, y para su Rapsodia asturiana, para violín y orquesta. 

El 1 de diciembre de 1897 la Junta Directiva de la Sociedad de Conciertos convocó un concurso entre compositores españoles para premiar composiciones sinfónicas. A fines del siguiente año, el Jurado, formado por Ruperto Chapí, Emilio Serrano, Tomás Bretón, Felipe Pedrell y Jerónimo Giménez hizo pública la lista de las obras premiadas. Ellas eran: la Suite “Cantos regionales asturianos”, de Ricardo Villa, agraciada con el primer premio, importe 1.000 pesetas; Trafalgar, poema sinfónico de J. Guervós, galardonado con 500 pesetas, y Ante las ruinas, de Conrado del Campo y Recuerdos de Andalucía, de Mariani, a cuyos autores correspondieron bustos de Beethoven y Wagner, donados por la Infanta Isabel y la reina regente. Dicha orquesta, celebró el concierto inaugural de la temporada, el 15 de enero de 1899, en la que estrenaría Villa su obra y las restantes premiadas. 

Los cuatro tiempos de la Suite Cantos regionales asturianos constituyen otras tantas páginas de perfecto equilibrio entre el fondo popular que las inspira y el arte sobrio, pero flexible, espontáneo y elocuente con que aparecen sentidas y desarrolladas las frases y melodías asturianas, melancólicas unas, como la suave pavana; impregnadas del sentimiento que exhalan los verdes valles esfumados por la niebla de la mañana; movidas y gozosas otras, como el característico fandango, que lleva en sus ritmos ecos de romerías veraniegas, rayos de sol, rumores de campiñas en fiesta, donde el amor triunfa y reina la alegría. 

Al estreno de los Cantos regionales asturianos asistió Ruperto Chapí y a la conclusión de la obra se dirigió al escenario a felicitar al joven autor. Iba acompañado de varios amigos a los que, entusiasmado, el ilustre artista manifestaba (palabras que llegaron a oídos de Luis Villa, violonchelista de la orquesta y hermano del autor), “es una obra perfecta, magnifica, cuidada en sus menores detalle”. Este aprecio de Chapí hacia Villa motivó que tres años después lo llamase para dirigir el Teatro Lírico, proporcionándole la ocasión de escribir y estrenar en él su ópera Raimundo Lulio

También 1899 Ricardo Villa compuso, y estrenó en la plaza de la Armería, de Madrid, una Marcha Solemne conmemorativa de la coronación de Alfonso XIII, instrumentada con robustez y amplitud. 

Ricardo Villa, empezó a componer una amplia obra sinfónica inspirada en el poema de Núñez de Arce La visión de Fray Martín, la cual finalizó a principios de febrero de1900, y entregando la partitura al maestro C. Campanini, que dirigía en el Real y algunas audiciones de la temporada de la Sociedad de Conciertos, que había empezado el 28 de enero. El maestro Campanini, acogió la obra de Villa con todo interés, y en el concierto que dirigió el 18 de marzo la incluyó en programa, el cual estuvo formado por las siguientes obras: Vísperas sicilianas, de Verdi; Rapsodia en Re, de Listz; Escenas venecianas, de Mancinelli; La visión de Fray Martín, de Villa, y tercer acto de El Ocaso de los Dioses, de Wagner. 

En esta época el joven Villa comenzaría una afectuosa amistad con el virtuoso violinista Pablo Sarasate tuvo su principio en Pamplona en julio del año 1900 de una forma curiosa y original. Sarasate, siguiendo la ininterrumpida costumbre que inició en 1873, se prestaba a actuar en los famosos conciertos de San Fermín, conciertos que sufragaba el violinista de su bolsillo y por los que hizo desfilar a músicos tan eminentes como los españoles Ruperto Chapí, Arrieta, Zabala, Guelbenzu, Gayarre,  en los que actuaba casi siempre acompañado de la Orquesta pamplonesa Santa Cecilia. Cuando faltaban solo tres días para la celebración del primer concierto, interpretado por Sarasate acompañado por la orquesta anteriormente nombrada, que aquel año, como anteriores, estaba reforzada con profesores de Madrid, entre ellos los hermanos Luís y Ricardo Villa, violonchelista y violinista, respectivamente, que no faltaban ningún año, el maestro director cayó gravemente enfermo, Sarasate sufrió una gran contrariedad, pues supuso, y no sin fundamento, que se malograban sus conciertos. Reunió a la masa instrumental y preguntó: “¿Conocen a algún maestro que se atreva a dirigir?, porque yo, en este momento, no sé qué pueda haber alguno aquí en Pamplona ni en San Sebastián”. 

Del grupo de los violines se destacó Ricardo Villa y dijo a Sarasate: Yo me atrevo a dirigir la orquesta, maestro”. 

Sarasate, que, según sus biografías, “era vanidoso y un tanto altanero, como todos los genios”, contempló a Villa fijamente, ya que le chocó la estatura reducida del futuro fundador y director de la Banda Municipal de Madrid, y exclamó sin dejar de mirarle de pies a cabeza: “¿Usted?” 

-” Yo, maestro -respondió Villa-; yo me comprometo a dirigir la orquesta”.
- “Bien -agregó Sarasate-. Va usted a ensayar la obra que enviaré dentro de una hora. 

Mañana vendré yo por aquí para escuchar el ensayo”. Y salió de la Academia, sin abandonar su gesto de desdén.
Envió la obra a Ricardo Villa, la leyó rápida pero atentamente y la puso en ensayo.
Al día siguiente se presentó Pablo Sarasate en la Academia y preguntó displicente: “¿Cómo van los ensayos?”
- Bien -respondió Villa-; ¿quiere usted escuchar la ejecución?
- A eso vengo, -dijo Sarasate con gesto de malhumor.
Villa cogió la batuta, alzo el brazo y dio comienzo el ensayo…A medida que éste avanzaba, la expresión del rostro de Sarasate iba cambiando ostensiblemente, de indiferencia en admiración y cuando terminó la interpretación de la obra se dirigió a Villa, y, abrazándole con gran efusión, le dijo “Ya puede usted andar sólo por el mundo como director de orquesta”. 

El escaso aprecio y simpatía que como hemos visto dispensó al principio Sarasate a Villa, rápidamente se convirtió en admiración, sincera y fraternal amistad, que duraría hasta el fallecimiento del virtuoso violinista. Villa, para corresponder a las atenciones que le prodigaba Sarasate, además de dedicarle un Himno para coro y orquesta, que se estrenó en Pamplona bajo la dirección de su autor por la Orquesta Santa Cecilia y el Orfeón Pamplonés el 6 de julio de 1902, con motivo de la entrega al genial violinista del título de hijo predilecto de la capital de Navarra en 1904, le participó su deseo de componer para él una obra para violín basada en el folklore de Asturias. El autor de los “Aires Bohemios” acogió la idea con entusiasmo, y entre ambos artistas se cambió una interesante correspondencia. 

En Zaragoza, el 23 de mayo de 1908 se efectuó el estreno de la Fantasía española, la cual tuvo su segunda y tercera interpretaciones en Pamplona el mismo año, a lo largo de los cuatro conciertos de San Fermín; fue tocada en los segundo y cuarto conciertos, proporcionando un gran éxito al autor y la interprete, la gran pianista Berta Marx, colaboradora de Sarasate desde el año 1877. La obra de Villa es amplia y resonante, de temas españoles, el palo gitano, lánguido y voluptuoso; la seguidilla; la muñeira gallega, vaga y melancólica, y el zapateado, nervioso y brillante, con parte de piano brillante y virtuosa. 

Posteriormente, Ricardo Villa transcribió su Fantasía española para banda Municipal de Madrid. En las notas al programa, se leía acerca de la Fantasía española :“Cuatro plañideros compases de llamada, seguidos de otros cinco correspondientes por las flautas, conducen a la iniciación de una canción de cuna que entona la trompa, repitiéndose aquéllos y ésta, pasando seguidamente a un movimiento de Soleá, cuya preparación y acompañamiento por los instrumentos de madera en su registro grave, termina con un Pizzicatto dando libertad al corno inglés para cantar aquella, la que termina con una amplia cadencia, hasta hacer irrupción, en toda la orquesta, destacándose la mencionada canción de cuna, mantenida por la trompa, hasta que responden las trompas con vigorosidad, seguidas por toda la orquesta alternando aquella con toda la citada canción en forma contrapuntística, y apaciguándose hasta terminar con la plañidera frase del principio. Le sigue un plácido canto popular, entrelazando con nuestro Noi de la Mare, en medio de los cuales se destaca una ágil variación desarrollada per la flauta, volviendo al referido enlace de las dos melodías regionales. Diez y seis compases en Allegro vivo, sirven de pórtico a un vigoroso Zapateado, después de cuya exposición temática, aparece una nueva frase llevada por el metal claro, a la que siguen una disertación al unísono por la flauta y el clarinete, y a la que replican las trompas; de un modo progresivo se pasa a un pequeño diálogo entre la flauta y el bugle contralto, al que sigue una amplia melodía dentro del mismo ritmo, presentándose nuevamente la frase aludida del metal claro, seguida de un movimiento poco piu mosso, que prepara la Coda en los bajos, hasta reemprender con majestuosidad la canción de cuna del principio, terminando la obra con más vivacidad el tiempo de Zapateado

Ricardo Villa, al mostrar desde el principio de su carrera de director capacidad realmente extraordinaria, se forjó rápida fama, por lo que no había compañía de ópera que se formase para actuar en capitales de España y Portugal que no lo solicitase. Los años 1900 y 1901 fueron para Villa de una gran actividad en su labor de maestro director y conservador. Como tal, además de actuar en ciudades españolas estuvo varias veces en Lisboa y Oporto, donde gozaba de sólido prestigio. 

Por el año 1904 era concejal del Ayuntamiento de Madrid don Ramiro de la Puente y González, marqués de Altavilla, director propietario del periódico El Resumen y profesor de canto del Conservatorio de Música y Declamación. Hombre culto, muy aficionado al arte, y sobre todo a la música, veía con disgusto que Madrid careciese de Banda Municipal, circunstancia esta que le suponía, una inferioridad artística con relación a otras capitales extranjeras, lo cual no sería posible hasta 1909.

El Ayuntamiento, después de asesorarse sobre la valía de distintos maestros directores, principalmente sobre Villa y Arbós (desistieron de éste último por sus frecuentes viajes al extranjero y por el trabajo pesaba sobre él por ser director de la Orquesta Sinfónica), designó para la dirección y subdirección de la banda a los maestros Ricardo Villa y José Garay. Ambos, rápidamente emprendieron la tarea de formar la banda, cubriendo algunas plazas con profesores de reconocida solvencia artística y redactando, para cubrir el mayor número de ellas, sesenta plazas, las correspondientes bases para los concursos-oposición. Al mismo tiempo, entre ambos maestros organizadores se suscitó una divergencia de criterios, fruto del deseo de crear una masa instrumental perfecta; mientras Villa opinaba que la sonoridad de la nueva agrupación debía aproximarse a la orquestal, Garay opinaba que debía sonar como banda auténtica (militar), para lo que debía estar constituida sólo por instrumentos de madera, metal y percusión. Triunfó el criterio de Villa, y para lograr cierta similitud sonora con la orquesta se crearon cuatro plazas de violonchelo, tres de contrabajo y una de arpa. 

Constituida la Banda, el día 2 de abril de 1909, empezaron los ensayos en la Academia, situada en la Costanilla de San Pedro, numero 3, ensayos que se realizaron a diario y sin interrupción, poniendo los profesores su mayor esfuerzo y profesionalidad para que el conjunto sonase pronto equilibrado y con compenetración absoluta, cosa que, además, fue factible y sin gran esfuerzo, gracias a la batuta de Villa, lo cual supuso una simbiosis entre los dos, agrupación y director, la cual duró más de 25 años, acercando y dando a conocer la música clásica al pueblo de Madrid. 

A los dos meses justos de haberse reunido la Banda por primera vez para iniciar los ensayos, hizo su presentación en el teatro Español. Ello tuvo lugar a la nueve y media de la noche del día 2 de junio de 1909, concierto al que asistieron las infantas doña Isabel y doña Teresa y el infante don Fernando. 

El programa de presentación, fue el siguiente: Marcha solemne, de Villa; Andante Cantábile del cuarteto (op. II), de Tschakowsky; Rapsodia húngara número dos, Listz; Oberón, obertura Weber y La Walkyria, fantasía, Wagner”. 

Ricardo Villa, durante los años1909-1920, alternó su labor de director entre la Banda Municipal de Madrid y las temporadas de ópera del teatro Real, y durante todo este periodo Villa celebró con la Banda Municipal de Madrid más de 1.000 conciertos. 

El Maestro Villa, que desde el año 1902 no había vuelto a abordar el teatro lírico, el 23 de noviembre de 1915 estrenó en el teatro Price, de Madrid, la zarzuela en tres actos, libro de Fernando Soldevila y Gonzalo Cantó El Cristo de la Vega. Fue esta zarzuela, inspirada en la tradición popular que inmortalizó Zorrilla en su leyenda A buen juez mejor testigo. Villa compuso una partitura de grandes proporciones. El preludio, con comienzo solemne, seguido de una fina canción popular, muestra ya el carácter total de la partitura, en la que se destacan un coro de campesinos; unas seguidillas; un dúo; un terceto y un breve, pero inspirado intermedio, que es bella página musical en toda la acepción de la palabra. 

A principios del año 1918, Leopoldo López del Saz, al conocer de los éxitos que le había valido a Villa el conocimiento del folklore asturiano, y habiendo ultimado un libreto que necesitaba ser dotado en buena parte con cantos del folklore mentado, se dirigió a Villa ofreciéndole el libreto en cuestión cuyo título era El minué real. Agradó a Villa el ambiente poético, como la época en que se desarrolla la obra, acertada pintura costumbrista del tiempo del rey Carlos IV y de la reina María Luisa, y la dotó de partitura. La zarzuela, en dos actos divididos en tres cuadros, se estrenó en el teatro Apolo el 26 de abril de 1918. La obra, no gustó al público, por lo que sólo se realizaron seis representaciones. 

El patio del Monopodio, zarzuela de Villa con libro de José Montero y Francisco Moya Rico, fue estrenada en Barcelona, en el teatro Novedades, el 13 de marzo de 1919. En ella, los libretistas, llevan a la escena las aventuras de los famosos pícaros Rinconete y Cortadillo. Villa obtuvo éxito con esta zarzuela, la cual que cierra la producción lírica del decenio 1910-1920. 

Entre 1921-1923 Ricardo Villa al frente de la Banda Municipal de Madrid, llevó a cabo una revolución en los programas de conciertos con una serie de conciertos que interpretó el conjunto instrumental, que si bien no constituyó una novedad en cuanto a las obras que los integraron, si fue una novedad por estar compuestos exclusivamente por obras españolas originales. Esos conciertos, que se denominaron festivales de música española, que tuvieron lugar en el templete del Parque del Retiro en los meses de mayo. 

Durante la década de los años 20, el Maestro Villa al frente de la Banda Municipal, participó en 910 actuaciones no solo dentro del municipio madrileño, si no que, a lo largo de todo el territorio nacional, e incluso internacional, como ocurrió en el año 27, donde Villa junto con la Banda Municipal, fueron condecorados por el Gobierno portugués con la Orden de Santiago de la España. Ese mismo año, el 3 de noviembre intervino la Banda en la recepción a Manuel de Falla, en la que interpretó tres fragmentos de La vida breve y en primera audición tres danzas de El sombrero de tres picos, adaptadas para banda por Villa. 

En 1930 la Banda Municipal dio unos 76 conciertos; debutó con ella el arpista Nicanor Zabaleta; tocó en primera audición: El Puerto, de Albéniz; Primera Suite Portuguesa, de Ru Coelho, Danza de la Suite Castilla, de Álvarez Cantos; intermedio de La Meiga, de Guridi, Rondalla, de Julio Gómez y versión completa de El amor brujo, con intervención de la soprano Vilardel; se desplazó a Córdoba. 

En el decenio 1920-1930 Villa sólo estrenó su canción Madrid y la zarzuela La Nazarita. Debido a su dedicación al frente de la Banda Municipal de Madrid y como director de temporadas de ópera. Además, Villa tubo un importante papel como transcriptor de obras adaptadas a la plantilla de la Banda Municipal dotándola de un valioso y amplio repertorio. El Maestro Villa, cada año que pasaba, sentía mayores anhelos de dotar a su banda de la más importantes obras españolas y extranjeras, y de aquí que todo el tiempo lo destinase a la Banda, cesando por ello en su labor de compositor. 

La Nazarita es la última producción que estrenó y también la última que compuso. Zarzuela con libro de López Núñez y Moya, la estreno Villa, en el teatro Price el 11 de marzo de 1930. 

La canción Madrid o de la Maja, que está formada por un fragmento a modo de introducción a cargo de las voces, y de la canción, que es una seguidilla jovial, desenfadada y alegre, es muestra del amor de Villa hacia su patria chica, cuna de las manolas, de las majas, que fueron viva y verdadera representación del alma del pueblo de Madrid. 

De 1931 a 1934 inclusive, Villa continuó realizando al frente de la Banda Municipal una labor profundamente educadora y de alto nivel artístico, aumentando, el ya amplio repertorio de la Banda con transcripciones de las obras más importantes. Durante este periodo realizó junto con la Banda Municipal 371 actuaciones.

El miércoles 10 de abril de 1935, a las 12 horas, fallece Ricardo Villa, como consecuencia de una gripe, la cual derivó en una bronconeumonía. El cual estaba delicado de salud, desde hacía tres años por una pulmonía, lo que le tenía apartado de su labor de director al frante de la Banda Municipal de Madrid. 

La noticia se transmitió al Ayuntamiento, pocos momentos después de ocurrir el fatal desenlace. El alcalde, señor Salazar Alonso, acompañado de la corporación municipal, manifestaron el propósito de dar al entierro toda la solemnidad que la significación artística del muerto merecía. La primera entidad musical que se adhirió al sentimiento que la muerte del ilustre y popular maestro produjo en Madrid, fue la Orquesta Filarmónica, que adoptó el acuerdo de suspender en señal de duelo el concierto que había de celebrar dos días después. También la Orquesta Sinfónica se sumó, en masa, al duelo. 

La comitiva pasó por delante del Ayuntamiento y del teatro de la Zarzuela, donde la orquesta del coliseo, dirigida por Julio Francés, interpretó la marcha fúnebre de Chopin. Ante el Circulo de Bellas Artes se despidió el duelo, si bien todas las personalidades e integrantes del cortejo acompañaron el cadáver del maestro al cementerio de la Almudena, donde después de un responso, y mientras la Banda Municipal ejecutaba otra marcha fúnebre, fue enterrado en el cuartel número uno, maseta segunda, cerca de la rotonda convexa a los nichos. 

A lo largo de su brillante carrera artística, Villa fue galardonado con las siguientes condecoraciones: cruz de primera clase del mérito militar con distintivo blanco; cruz de oro de las palmas (Bélgica); cruz de Alfonso XIII; cruz de la Corona de Italia; cruz de oficial de la Orden de Wara; medalla de las Academias de Infantería y Artillería; banda de la Orden de Beneficencia, y fue Caballero de la Orden Civil de Alfonso XIII. 

Joaquín Anaya Peña 

Investigador Musical

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